La iniciativa de construir un centro de formación de la mujer y del joven en situación de riesgo surge del centro de la mujer del barrio. En él participan 11 mujeres, madres de familia, que se conciencian de la problemática social y familiar y se capacitan técnicamente para mejorar los ingresos familiares y reciben formación sociocultural para lograr un mejor modo de vivir. El centro de la mujer presenta la petición a la parroquia San Agustín, que la recoge y hace todos los trámites para lograr el proyecto de construcción de la obra citada. La comunidad vecinos apoyaron esta obra para la atención social, cultural, educativa, higiénica, de género y promocional de estos barrios periféricos de la ciudad de Santa Cruz de la Sierra.
Los vecinos, en su gran mayoría migrantes, procedentes de comunidades originarias indígenas, han traído consigo a la ciudad los aspectos culturales de sus comunidades originarias. Uno de los aspectos más sobresalientes es el reconocimiento del valor de la comunidad. La cultura originaria valora ampliamente a la comunidad, pues ésta no solo aporta seguridad, sino también bienestar y apoyo en la necesidad. Para el originario, el ser humano no es individuo aislado, sino partícipe de una comunidad. El ser comunitario es indispensable para entender a la persona.
Los apoyos que las mujeres reciben en estos centros de la mujer sirven para elevar su autoestima y hacerse conscientes de sus cualidades. Cualidades que nunca pudieron desarrollar, debido a la situación familiar y social de vivir en los campos sin oportunidades.
Por su parte, los jóvenes de la zona tienen un centro de acogida y reunión juvenil, un lugar para su tiempo de ocio, para su desarrollo personal y social y para su formación humana. Los jóvenes tienen su reunión periódica cada sábado. Es un lugar de diálogo abierto, guiados siempre por un educador que orienta sus actividades. En este centro organizan sus actividades juveniles como videoforum, actividades deportivas, artesanales, culturales, teatrales, de danza y de diversión.